martes, 16 de agosto de 2011

La Gran Depresión

Enrique Campos


Warren Buffett: el tierno viejecito de los dardos envenenados
16 08 11


Hay quien dice que la conducta de Warren Buffett pidiendo al presidente Obama y al Congreso que le cobren más impuestos es algo irracional, porque no hay nadie que en su sano juicio pida pagar más contribuciones.

Realmente no llegará nadie a la oficina del señor Buffett a pedirle 20% más de impuestos sólo porque lo pide. Lo que sí ha logrado este financiero (y ha sido gratis) es una gran publicidad positiva para un hombre multimillonario que ha hecho su fortuna especulando en los mercados.

Señor Obama, cóbrenos a los más ricos, dice el señor Buffett y mientras puede ganar la admiración de los que con esto se convenzan que no es tan ambicioso, logra destapar un debate político importante. Porque el personaje está regañando a Barack Obama, pero como decimos en México: “Le habla a Pedro para que lo escuche Juan”.

Con su llamado al Presidente para que deje de “mimar” a los ricos, lo que hace es tratar de generar una reacción en la opinión pública para que presione a Washington a aceptar que hay una injusticia contra los ciudadanos comunes y corrientes, confesada desde la cúpula del dinero.

Nada gustaría más a Obama y al Partido Demócrata que iniciar la corrección fiscal que necesita Estados Unidos a través de eliminar algunos de esos enormes privilegios que tienen los más ricos en ese país.

Fue posición negociadora demócrata en el debate sobre el techo del endeudamiento el aumentar impuestos, contra la contrapropuesta republicana de bajar los gastos.

Al final, con los dedos en la puerta, la Casa Blanca aceptó el planteamiento de buscar el alivio a las finanzas públicas básicamente por el recorte al gasto.

Buffett sale en las fotos como un gentil hombre mayor que sonríe y tiene una tierna cara de abuelito. Pero detrás de ese rostro de paz está uno de los grandes tiburones de todos los tiempos de los mercados financieros.

Por eso cuando en un acto de aparente contrición el presidente del fondo Berkshire Hathaway sale a decir que él sólo paga 17.4% de impuestos y que sus empleados tuvieron que pagar entre 33 y 41% de sus ingresos, lo que hace es política de altura.

¿Qué inocencia puede haber en estas palabras de Buffett? “Mientras las clases baja y media luchan por nosotros en Afganistán, mientras la mayoría de los estadounidenses lucha para ganarse la vida, nosotros, los archimillonarios, continuamos con nuestras extraordinarias exenciones fiscales”.

No hay duda de que estas palabras han desatado el debate y hasta la rabia entre los gobernados de su país, porque caen en la cuenta de lo que ocurre en Estados Unidos, pero que también ocurre en países como México, donde los múltiples esquemas de ingeniería fiscal permiten grandes ahorros a los contribuyentes gigantes.

En Estados Unidos, este debate puede encender el ánimo de los ciudadanos y forzar a sus representantes a que tomen en serio el tema de aumentar impuestos a los más ricos.

Está en proceso de formación un grupo de expertos en el Congreso que deben discutir cómo hacerle para bajar las presiones fiscales de Estados Unidos y ésta puede ser una buena fórmula, que además resulte políticamente rentable para los demócratas.

Uno de los más ricos de Estados Unidos critica a todos los que están debajo de su nivel de fortuna por no pagar más, pero la crítica es devastadora para la clase política de su país.

El primer dardo envenenado de este tierno viejecito es contra el Partido Republicano, que se ha distinguido por ser un apapachador de millonarios. Pero otro dardo cargado de curare va directamente a la yugular demócrata, a la que acusa con su señalamiento de ser un débil encubridor de los deseos conservadores.

Éste es justamente el mejor momento para el debate fiscal, cuando Estados Unidos está degradado y desprestigiado en los mercados, cuando la confianza de los consumidores está por los suelos, cuando el Congreso es orillado a tomar decisiones radicales para salvar su pellejo político y cuando ya no hay margen para seguir perdiendo el tiempo.

No cabe duda de que este abuelito de grandes lentes y escaso pelo blanco que parece no romper un plato es un viejo lobo de mar que acaba de asestar un enorme golpe político a todos los aprendices de Washington y Wall Street.



Fuente: El Economista

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