martes, 16 de agosto de 2011

Jaque Mate

Sergio Sarmiento


Vinos abiertos
16 08 11



"El vino lava nuestras inquietudes, enjuga el alma hasta el fondo y, entre otras virtudes, asegura la curación de la tristeza."
Séneca


Uando se abrió el mercado de vinos de nuestro país en los años ochenta y noventa, muchos productores y políticos afirmaron que el resultado sería la desaparición de la industria vitivinícola nacional.

Y, efectivamente, en los primeros años desaparecieron muchos vinos de mala calidad. El mercado mexicano fue inundado por azucarados vinos alemanes que costaban 10 o 20 pesos en el supermercado. Los enormes subsidios europeos a la producción llevaron a un dumping generalizado que se mantenía gracias a la falta de conocimiento del consumidor mexicano y a su acrítica admiración de cualquier vino importado. Esta aceptación era una consecuencia también de las décadas en que el mercado mexicano había permanecido cerrado.

La apertura comercial, sin embargo, no mató al vino mexicano. Quedaron algunas de las mejores vinícolas, como L.A. Cetto, Domecq, Santo Tomás y Madero, con producciones pequeñas que fueron creciendo y mejorando. En los últimos años se ha registrado una explosión de nuevos productores pequeños, incluso artesanales, muchos de ellos en el Valle de Guadalupe en Ensenada, Baja California.

Monte Xanic fue quizá el primero de los nuevos productores de vinos mexicanos de calidad. Posteriormente han surgido Casa de Piedra, Barón Balché, Adobe, Paralelo, Ojos Negros y decenas más. Freixenet, la firma española, se ha asentado en Querétaro para producir vino espumoso.

La oferta es muy diversa, pero lo significativo es que los nuevos vinos mexicanos están compitiendo con calidad y no gracias a protecciones gubernamentales. Enólogos como Camillo Magoni, Hugo D'Acosta y Laura Zamora han sido cruciales en este esfuerzo, como también el surgimiento de una Escuela de Enología y Gastronomía en la Universidad Autónoma de Baja California en Ensenada.

Las empresas mexicanas envían ya de manera sistemáticamente sus vinos a los principales concursos internacionales, donde son juzgados y comparados con otros del mundo en catas ciegas. Los resultados han sido muy positivos. Tan sólo Cetto ha obtenido 40 premios en este 2011, para llevar su total a 280 en los últimos años. Esto incluye este año una gran medalla de oro para su Nebbiolo Reserva Privada en Vinitalia, concurso del país que dio al mundo esta cepa.

En los restaurantes y tiendas algunas marcas mexicanas empiezan a ganar prestigio. Siempre habrá quienes rechacen los vinos mexicanos por su origen, pero los que prefieren dejar atrás los prejuicios se están llevando sorpresas positivas. La producción se ha expandido de tal forma que los vinicultores han tenido que salir de Guadalupe y se han ido a otros valles al sur de Ensenada.

Los precios relativamente altos de algunos vinos mexicanos empiezan a ser un problema de mercado, pero quizá la mayor dificultad es el hecho de que el mexicano bebe poco vino. Según el Wine Institute de California el Vaticano es, curiosamente, el país con mayor consumo per cápita de vino, con 70.22 litros en 2009. Luxemburgo, Francia, Portugal e Italia vienen detrás con consumos de 54 a 42 litros. México se encuentra muy rezagado, con apenas 0.45 litros en 2009. El promedio internacional es de 3.47 litros por persona al año.

La apertura comercial demostró que México puede competir incluso en un campo que parecía imposible como el de los vinos. Ahora falta convencer a los mexicanos que consuman mayores cantidades de una bebida que ha acompañado a la humanidad desde los inicios de la agricultura.

PROHIBICIONES

Dice Josefina Vázquez Mota que pasó la charola entre sus compañeros diputados para conseguir los más de 5 millones de pesos que costaron su informe de labores y la promoción correspondiente. Pero para qué seguir haciendo maromas en torno a una ley electoral que nadie cumple. Eliminemos las prohibiciones. Que todo el mundo se promueva cuanto quiera, pero sin dinero público.



Fuente: Reforma

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